domingo, 10 de junio de 2012

Ciencia de domingo

Está comprobado científicamente:
el sillón
ejerce una fuerza de atracción
hacia mí.
Incluso cuando estoy
en el punto más alejado
de mi órbita
-sentada en la oficina, por ejemplo-
siento esa fuerza que me atrae
y suspiro:
ay, si estuviera en mi sillón.

Está claro
que es culpa del sillón
que quiera quedarme en casa
todo lo posible.
Si el sillón no estuviera
ejerciendo su fuerza atractiva
quizás visitaría más amigos,
pasaría las tardes en la plaza,
los fines de semana en el campo,
alguna temporada en el extranjero...
Eso, si no estuviera este sillón en casa
seguro viviría viajando
con unas pocas cosas en una valija
y chau,
me tomo un barco,
me tomo un avión,
o un cohete espacial y me voy a la Luna,
o a visitar Neptuno por unos días,
ese planeta lejano donde no hay sillones
porque se vuelan.
Está comprobado científicamente.

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