sábado, 1 de enero de 2011

Nochevieja

Nochevieja.
Con mi papá y mi abuela
vemos fotos de Combarro
en internet.
Combarro es donde nació y creció mi abuela.
Y nunca volvió desde los veintidós
más o menos.
Pero ahora hay fotos
de otra gente
que viaja o anda por ahí
y las comparte.

Mi abuela mira y mira
tratando de reconocer.
Dice con seguridad:
"eso no es, no hay escaleras".
Y sabemos los tres
que en setenta y cuatro años
quizás
alguien puso escaleras.
Pero no decimos nada.

Unas fotos de la iglesia de San Roque:
"Ahí, ahí", dice. "Esa de al lado es la casa de mi madre
donde vivíamos.
Si me habré pasado tardes sentada
en esos bancos de piedra."
Papá y yo evitamos mirarnos,
-aunque de reojo veo que él la mira,
fugaz-
y miramos fijo la pantalla
a través del tiempo.

La magia del recuerdo:
hay fotos del interior de la iglesia.
"Esa es la virgen de los dolores.
Tiene mi pelo."
"¿Cómo tu pelo?"
"Sí. Peregrina hizo la ropa
y le puso mi pelo en la cabeza."

La magia de la lengua:
Mi papá bromea y pregunta
sin parar
"¿Quién vivía en esa casa?
¿De quién era ese balcón?
¿Conocés esa placita?
¿De quién es ese perro?"
Mi abuela sonríe y responde natural:
"De su dueño".

Pienso que me gustaría ir a Combarro
a la iglesia de San Roque
a ver el pelo de mi abuela
cuando era chica.
Decido creer que nunca lo cambiaron,
como esa foto de las escaleras.